P., de 68 años, ya había tenido una punzada en la mitad derecha del pecho en Suiza. Como copiloto en el servicio de campo, la ventanilla estaba a menudo bajada, de modo que un viento más o menos fuerte soplaba constantemente sobre su cuerpo.
Cuando llegó a casa, bebió leche fría. Eso ayudó, el dolor desapareció. Pero sólo durante cierto tiempo. No iba al médico porque el estrés de su trabajo no le dejaba tiempo para ello.
Hace tres años emigró a Costa Rica con su pareja. Desde entonces, viven sin estrés en una bonita casa con un gran jardín en la zona de San José.
Sin embargo, el escozor en el pecho no cesa. Y beber siempre leche fría no puede ser la solución a largo plazo.
Costa Rica: La primera estancia en un hospital
Otra vez es lunes. Esta vez el dolor es peor que de costumbre. Su compañero incluso nota una ligera coloración amarilla. Sube al coche. A pesar del dolor, él conduce solo y ella todavía no se ha sacado el carné de conducir.
Diez minutos después, están en el servicio de urgencias del hospital CIMA.
Se le examina, palpa y ecografía. Entonces se encuentran: Cálculos biliares, de siete milímetros de tamaño. Se llama al doctor R. y decide rápidamente: hay que extirpar la vesícula biliar y los cálculos mañana por la mañana.
El martes le extirparán la vesícula por laparoscopia y el jueves estará de vuelta en casa.
Cuidados postoperatorios
Durante cinco días, P. recibió cada día una llamada preguntándole cómo estaba y si sentía dolor. No los tiene. Puede comer y beber casi de todo y ya está trabajando de nuevo en el jardín.
Los costes. 9800 dólares, la medicación es extra. No tiene que preocuparse de la facturación; el hospital factura directamente a su seguro médico privado (Cigna). Tiene una tarjeta Cigna Oro (cuesta 6000 dólares al año) y sólo paga una franquicia del 10%.
En Suiza, P. tenía que pagar 650 francos suizos al mes, con una franquicia anual de 2.500 francos más un copago del 10% por hospitalización.
Por cierto, el pedido de comida en el hospital fue así: La enfermera tiene una aplicación en su smartphone, que utilizó para preguntar a P. en español qué quería comer, tras lo cual él pidió en alemán.